El día de la crucifixión, en medio de la oscuridad, de la injusticia, de la cruz y de la muerte, Jesús sigue siendo luz, paz, perdón y amor. Hoy nos brinda la fuerza para salir de cualquier esclavitud, Jesús nos salva de todo lo que nos pueda hacer daño.
Recordamos que Jesús dijo: “No hay mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Jn. 15, 13). Él nos regala vida a través de su entrega. Nos dice: te quiero con toda tu historia, capacidades y fragilidades, con tus luchas, sueños y a veces caídas. Jesús nos acompaña en nuestra vida diaria, está a nuestro lado, nos consuela y sostiene especialmente en los momentos más duros de nuestra vida o cuando tenemos poca fe, ahí, es cuando más se revela Jesús a nosotros. Abramos el corazón y los sentidos para descubrirlo en todo.
Al contemplar a Jesús en la cruz, podemos empaparnos de ese amor gratuito e infinito. Él nos anima a donar nuestra persona para dar vida y consolar a quienes más sufren, como Él lo hizo. Dejemos que la realidad nos hable e interpele, seamos sensibles a las necesidades de los demás, para que quienes nos rodean perciban la entrega total y vean que es posible vivir desde la lógica del amor.
Jesús perdonó a quienes lo abandonaron y crucificaron: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc. 23, 34). A cada uno de nosotros nos ha perdonado. Pidamos a Jesús aumente nuestra confianza en su misericordia y esto nos conduzca a desear pedir perdón y también a perdonar a quien nos ha hecho daño.
Este día podemos reflexionar: ¿Qué necesito que Jesús me ayude a cambiar? ¿En qué aspectos necesito morir para dar vida como Él?