El inicio de Jesús-María

por | Oct 5, 2023

La historia de la fundación de la Congregación de Religiosas de Jesús-María está marcada por la valentía y la compasión de Claudina Thévenet, una mujer excepcional nacida en Lyon el 30 de marzo de 1774. Claudina vivió en una época tumultuosa, cuando estalló la Revolución Francesa, y a los 15 años, fue testigo de momentos trágicos durante el asedio de Lyon.

 

La Revolución Francesa

 

Uno de los episodios más dolorosos de su vida fue la ejecución de sus propios hermanos, condenados a muerte en represalia después de la caída de la ciudad. Las últimas palabras de sus hermanos, «Perdona, Glady, como nosotros perdonamos», dejaron una profunda huella en su corazón y le dieron un nuevo propósito a su vida. Claudina sintió la urgente necesidad de socorrer a quienes sufrían las terribles consecuencias de la Revolución.

 

Claudina creía que la ignorancia de Dios era la causa principal del sufrimiento del pueblo, y esto la inspiró a desear llevar el conocimiento y el amor de Jesús y María a todos. Su pasión por esta causa se centró en los niños y jóvenes, a quienes quería guiar hacia la fe. En 1815 muere el padre de Claudina.

 

El encuentro crucial en la vida de Claudina fue con el Padre Andrés Coindre, un sacerdote ejemplar. Fue él quien, un día, le confió la responsabilidad de cuidar a dos niñas pequeñas abandonadas. Claudina no dudó en acogerlas y cuidarlas. Pronto se unieron más niñas a su cuidado, y con la ayuda de su amiga María Chirat, establecieron un lugar llamado «La Providencia», donde enseñaban a las niñas a leer, escribir y realizar tareas prácticas.

 

La Providencia

 

La compasión y el amor por las niñas abandonadas llevaron a la fundación de «La Providencia de San Bruno» en Lyon en 1815. Claudina fue acompañada por algunas compañeras que se unieron a su causa. Juntas, elaboraron un reglamento y la eligieron como presidenta.

 

El 31 de julio de 1818, el Padre Coindre le comunicó a Claudina que Dios tenía un plan especial para ella: «hay que formar una comunidad. Dios te ha elegido», le dijo. A pesar de las dudas y los sacrificios, Claudina aceptó este llamado con valentía y obediencia. Sin embargo, ella misma tenía muchas dudas debido a veces le llegaban pensamientos de ser demasiado presuntuosa o demasiado temeraria.

 

El sacrificio de dejar atrás a su madre anciana, viuda y sola, se volvía cada vez más abrumador ante sus ojos. La desolación comenzó a crecer en su alma, llenándola de incertidumbre y vacilación. Claudina se encontraba en un punto en el que todo parecía oscuro y confuso, como si no pudiera ver claramente el camino a seguir.

 

Sin embargo, en medio de esa tormenta de dudas y miedos, Claudina encontró su refugio en la obediencia. Una voz interior le decía: «Es preciso que sin tardanza, os reunáis en comunidad». Fue entonces cuando tomó la decisión más valiente de su vida. La tarde del 5 de octubre, después de rezar las Vísperas de San Bruno en la Parroquia, se despidió de su madre, quien preocupada le preguntó si estaría sola en su destino.

 

Pierres-Plantées

 

Claudina respondió con determinación: «Mamá, hay mucho trabajo en Pierres-Plantées. Acabaremos muy tarde. Así que, me quedaré a dormir allí». Ante la preocupación de su madre, Claudina la tranquilizó: «¡Oh no, mamá! Además de Juana Burty y la chica, vendrá esta noche Francisca Blanc. ¡Hasta mañana mamá! ¡Duerme tranquila!». Con esas palabras, Claudina se encaminó hacia la casa de Pierres-Plantées.

 

Allí, en Pierres-Plantées, la escena que se presentó ante sus ojos era modesta y humilde: dos de sus compañeras, un telar, algunos muebles en condiciones precarias y una huérfana. Esa noche se convirtió en un hito imborrable en la memoria de Claudina, una noche de desolación y angustia que, incluso al final de su vida, recordaría como la más terrible que jamás había experimentado.

 

Claudina se sentía abrumada por la magnitud de la tarea que había emprendido. Le parecía haberse comprometido en una empresa loca y presuntuosa, aparentemente sin ninguna garantía de éxito. En medio de todas las circunstancias adversas, la obra parecía destinada al fracaso. Surgieron las dudas: ¿Por qué había dejado atrás a su madre y a las personas que amaba por esto?

 

A pesar de que la distancia entre Pierres-Plantées y el número 6 de la rue Masson era corta en términos geográficos, la separación se le presentaba como un abismo insuperable. La agonía de esa noche fue soportable solo porque brotaba de su profundo amor por Dios y se sostenía en una fe inquebrantable en la obediencia.

 

Finalmente, llegó el día de San Bruno, un día que la Congregación considera como el día de su fundación. Aunque al principio Claudina no había comprendido completamente el alcance de su obra, esa noche de desolación y angustia había sido el punto de partida para la creación de la Congregación de Religiosas de Jesús-María. Claudina Thévenet, a sus 44 años, había dado un paso valiente hacia la realización del plan divino, un paso que cambiaría la vida de innumerables personas y marcaría el inicio de una misión que perduraría a lo largo de los siglos.

 

Así, en esa humilde morada, con escasos recursos y solo unas pocas compañeras, nació la Congregación de Religiosas de Jesús-María. Claudina Thévenet, a sus 44 años, había respondido al llamado divino y comenzado una misión que perduraría a lo largo del tiempo, llevando el amor y la fe a las vidas de innumerables personas necesitadas.

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