¡QUÉ BUENO ES DIOS!

por | Jul 10, 2017

Para quienes pertenecemos a la gran familia Jesús-María – religiosa, jóvenes, adultos, comunidades educativas, comunidades religiosas, amigos de diferentes partes del mundo, el mes de febrero es una oportunidad más, para vivir y compartir una serie de celebraciones, recuerdos, alegrías, experiencias, encuentros. De seguir profundizando cómo expresar nuestro carisma común, la experiencia de la bondad de Dios; el reconocimiento agradecido de haber recibido en Claudina Thévenet la herencia de la fraternidad que nos une.

La enseñanza que se va transmitiendo de generación en generación – cómo vivir el perdón y la reconciliación; dejarnos conmover como Claudina, por las miserias de nuestro tiempo; intentar cambiar nuestro estilo de vida comprometidos con la justicia, la paz y la integridad de la creación- nos ha señalado un camino irreversible y totalmente evangélico. Nuestra andadura bicentenaria nos ha invitado a tener fijos los ojos en quien, en quienes han podido “sanar los corazones destrozados y vendar heridas” (Sal. 147) La voz de los hermanos de Claudina, “Glady, perdona como nosotros perdonamos” se oye en nuestro ambiente que continúa impidiéndonos permanecer sordos y duros de corazón. El perdón, uno de los rasgos más sobresalientes del corazón de la Madre Fundadora, hace experimentar la alegría de Dios tanto en el que perdona como en el que es perdonado. Al reconocernos también pecadores perdonados en los que el Señor ha puesto los ojos, porque confiamos en su Bondad, nos revela un amor que perdona siempre.

La vida de Claudina está llena de relaciones personales y de encuentros inesperados. Su compasión crecía al ver más de cerca las miserias que la rodeaban. El evangelio nos muestra que se abren los ojos ante el sufrimiento de los hermanos, cuando la mirada se dirige hacia sus heridas. Ella buscó remedio sin limitar su entrega; dotada de una increíble sensibilidad la urgió a hacer el bien transformando la vida humillada y derrotada de quienes acogía, en una vida digna y dichosa. No lo hacía sola, tuvo el respaldo de su familia, conocidos y parientes; pero sobretodo, el de sus compañeras, de sus amigas. Tanto era el anhelo de dar vida en abundancia que las llevó a ponerlo todo en común, crecieron entre ellas lazos fuertes y valientes para hacer el bien. Años después de trabajar juntas deciden vivir solo para amar dándose totalmente, estimulando el deseo de consagrarse. Así nació la Congregación de Jesús-María, casi sin darse cuenta. Su tiempo, fue tiempo de mucha agitación en la historia de Francia. Van haciendo camino de paz y reconciliación, casi de forma imperceptible, van respondiendo a la novedad y espontaneidad de Dios que se les va manifestando en la vida, solo hay una honda experiencia, un gran amor y deseos de responder… Este fue un aprendizaje al que Claudina llegó no sin pasar por dificultades y dolorosos conflictos. Salió de sí misma, centró su mirada en Jesús y se entregó a la construcción de su Reino. Claudina muere el 3 de febrero de 1837.

Descubramos el sentido de la celebración del Bicentenario que nos permite reconocer en Claudia el canto de María, “El, Señor ha hecho en mí, maravillas grande es Su Nombre”. Nos hacemos eco de su voz al repetir una y otra vez, ¡QUÉ BUENO ES DIOS!

Religiosas de Jesús-María

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