«Querida So»

por | Feb 21, 2022

Madre Socorrito a quien cariñosamente le decía So, la conocí cuando estaba en discernimiento vocacional viviendo en la comunidad del Colegio Regina. Una mujer cercana y prudente.

En medio de mis búsquedas, solía preguntar los procesos vocacionales de las madres y el de ella sin duda me llamó la atención por la audacia y valentía que implicó su respuesta cuando su papá no estaban de acuerdo.

La conocí mayor, me gustaba escuchar sus experiencias apostólicas, fue fundadora de la misión en la Sierra Tarahumara, hace 50 ó 60 años… sus historias de Cuba antes de la revolución y cómo se le iluminaba el rostro cuando estaba enferma y necesitaba recuperarse para ir a ver a sus niñas de primaria y secundaria en el colegio.

Más tarde de religiosa conocí lo mejor de ella; lo que ocurría en su corazón durante su oración. Tuve el privilegio de escuchar por dónde pasaba Dios, cómo le hablaba, a qué le invitaba. Dejé de vivir con ella y me siguió abriendo el corazón, aunque fue más esporádico.
Cuando la visitaba en el hospital, su primera pregunta era ¿me traes a nuestro Señor? Y su despedida fue siempre… gracias por traerme a Jesús.

Ahora ya no está físicamente entre nosotras, nos dejó un testimonio de amor a Jesús hasta el final.

Deseo que Jesús sea el centro, el sentido de mi vida; el que me sostenga hasta mi último aliento. Como lo fue para la madre Socorrito.
Mis hermanas que fueron exalumnas del Regina dicen que el día que murió, sus compañeras la recordaron con cariño, narraron anécdotas, estaba presente en sus corazones… yo recibí muchos mensajes de personas recordándola y nunca la voy a olvidar. Me enseñó tanto de la vida no solo con sus anécdotas sino con la manera de asumir lo que acontecía y sin olvidar lo esencial; el por qué y el para qué se consagró. Me enseñó a ser hermana en la comunidad y Madre en el apostolado.

Descansa en paz querida So y no dejes de ser madre para tus hermanas y para tus niñas que hoy y siempre necesitarán que les abras las puertas del corazón para encontrarse con Dios, como durante la vida les abriste las puertas del colegio y de sus salones.

¡Un abrazo hasta el cielo!

Celina Segovia RJM

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